Un buen biberón a primera hora [Malcolm Castle +18]

Desperté el lunes por la mañana en mi cama con uno de mis alumnos favoritos, que había aprendido la forma de aprobar la asignatura sin tener que hincar rodillas. El chico realmente se había ganado ese aprobado aunque no fuera de la forma lícita, era bueno en lo que hacía, muy bueno. No todos podían esperar poder dormir en mi cama, solo los mejores. Temprano nos despedimos con un buen morreo y le dejé irse primero mientras yo me vestía formal para la clase después de un domingo entero vestido casual. Una camisa blanca, una corbata azul, unos pantalones azules holgados por la pierna pero muy apretado al sentarse en la zona del paquete. Curiosamente me tocaba la primera clase en el aula y grupo del chico, Dylan, así que una vez más tocaba fingir que no pasaba nada fuera de las aulas. Cuando llegué al aula me encontré con que Dylan no estaba en su asiento, lo cual no me extrañó.

Daba clases de artes plásticas, pero puesto que ya tenían cierta edad, ya no era todo pintar y dibujar, sino que también existían clases teóricas como la de entonces, con explicaciones de distintos estilos de pintura, historia de las artes plásticas, y demás temario específicamente diseñado por gente superior a mi competencia, así que no podía eludir del todo aquella parte de la asignatura por muy aburrida que fuera y aunque viera en los rostros de todos mis alumnos que preferirían estar en cualquier otra parte que en el aula. Me movía por el aula explicando la lección de contexto histórico antes de volver a mi escritorio al acabar la explicación mandándoles los ejercicios que venían en el libro de texto.

En cuanto me senté en mi silla, en mi escritorio tapado de cara al alumnado, solo abierto por la zona en la que ponía mis piernas; descubrí donde estaba mi alumno favorito. Estaba ganándose el título de favorito arrodillado bajo el escritorio entre mis piernas con la mano en mi paquete liberándome un quejido que disimulé con una tos antes de alertar a ninguno de los alumnos. Dejé que se encargase de deshacerse un poco de mi pantalón y lo bajé hasta los tobillos para darle espacio donde actuar. La boca del menor empezó a babear la tela del bóxer como si estuviera hambriento y hacía difícil no empezar a gemir ante aquellas atenciones, pero conseguí reprimirme en ese sentido. Aunque la respiración y los latidos del corazón sí que empezaron a agitarse sin remedio alguno, de la misma forma que mi polla fue endureciéndose hasta alcanzar el tamaño completo. Solté un bajo gemido cuando las manos del menor liberaron a la bestia y mi cipote, de más de veinticinco centímetros de largo y seis de ancho, venoso, venas muy marcadas, prepucio bajado, glande chorreando precum en cantidades importantes, palpitando de necesidad, descansando sobre unas pelotas gordas y vello púbico. Si la paja ya me hizo empezar a gemir de forma ahogada, mirando al chico en su sumisa posición, verle lamer toda la extensión fue ya una maravilla más difícil de reprimir por lo que mi mano viajó a su cabello acariciándolo e incitándole a seguir atendiéndole de aquella manera.

— Pues no dudes en comértela entera, sabes que eso da más puntos y, por lo que más quieras, hazlo tan bien como tú sabes hacerlo… —las últimas palabras sonaron más desesperadas de lo que esperaba. Tapé mi boca cuando se metió la tranca en la boca y así pude reprimir los gemidos mirando de vez en cuando que mis alumnos no se empanasen de nada. Mis manos, las dos, cogieron la parte posterior de su cabeza, con una mano a cada lado de esta e invitaron a Dylan a comer más extensión de mi generoso falo, escupiéndole en la cara, acercando la mía para que no se me viera.