Noche dura !! Libre !! +18

En el último momento uno de mis camareros había llamado para decir que se había puesto enfermo, con lo que me había tocado a mí atender la barra. No es que fuese de estos dueños que odiaban trabajar en su propia discoteca, pero es que tenía que hacer la contabilidad y ahora tendría que esperar al día siguiente, pero bueno, daba igual. Junto a todos mis “compañeros”, me puse el uniforme (o más bien me quité la camisa y dejé mi torso a la vista) y atendí la barra, sirviendo sin parar, coqueteando sin parar y bebiendo sin parar.

Tras cumplir los dieciocho años, me había decidido a conseguir dinero a toda costa, y aquello implicaba a veces trabajar en puestos poco apropiados para mi recién alcanzada mayoría de edad. En aquel caso hacía espectáculos de striptease en una discoteca, los días que ellos me llamaban. Y aquel era uno de aquellos días.

Tras acabar el espectáculo, y vestido solo con un jockstrap, trabajaba como camarero para conseguir algún dinero extra. Aquel día parecían estar bajos de personal porque el jefe estaba atendiendo en barra. Me uní a él en la barra, ajetreado de un lado para el otro, sirviendo copas, siendo "simpático" con la clientela, a veces era inevitable que nuestros cuerpos se rozasen, y estaba seguro de que había habido mínimo un momento en que mis nalgas habían rozado su paquete cuando iba a la caja.

Le devolví la sonrisa completamente excitado por el salto que noté dentro de la ropa y por el suspiro que soltó. Seguí sirviendo alcohol a todos, pero esta vez rozándome cada vez más con mi jefe, tanto con el culo, como con la mano, como con la pierna en su paquete, una vez incluso frotándome contra su paquete fingiendo subir y bajar para darme impulso y llegar a un estante más alto. Comenzando a guiñar y sonreír el primero a aquellas insinuaciones. Otras opciones eran agacharse para buscar en los armarietes de abajo, pero con el culo en alto, a veces incluso frotándose contra el paquete ajeno. Cuando los frotes se daban al pasar por su lado procuraba soltar un jadeo cerca de su oído.

Sabía que no era raro que los clientes se exhibieran de la forma en que yo lo hacía con mi jefe, o incluso que fueran algo más allá en sus incitaciones sexuales y llegaran a actos sexuales, y más siendo yo uno de los que bailaban para aquellos clientes pervertidos. El motivo por el que intentaba hacerlo de forma disimulada era por si el jefe no aprobaba ese tipo de relaciones entre jefe y trabajador, yo poder decir que debía ser todo un malentendido.

Pero el momento en que el jefe agarró a mis nalgas con aquel descaro y froto su pollón atrapado en ropa entre mis nalgas, solté un suave gemido, y le miré de espaldas, mordiéndome el labio. Viendo que al parecer lo aprobaba, o tal vez solo quisiera hacer espectáculo para los clientes, pero yo no podía parar de pensar en la sensación de su polla atrapada entre mis nalgas y su ropa. Aún sirviendo copas pensaba en formas de frotarme con su paquete.

Dado el momento, me agaché perdiéndome de la vista de los clientes pero a la vista de mi jefe, mirándole a los ojos mientras lamía de arriba a abajo la forma de su rabo a través de la ropa.

Comencé a lamer con ganas aquel paquete que se iba moviendo con ganas, al ritmo de la música, frotándose de todas las maneras posibles contra mi boca que se encargaba de dejar bien empapada la zona de su paquete, comprobando que lo que aquellos pantalones ocultaban era algo enorme, lo cual me hacía la boca agua. Sin poder aguantar mucho más bajé la cremallera de la bragueta, sin desabrochar el botón, saqué el monstruoso paquete fuera, cubierto por la ropa interior, era un bulto gigantesco, por lo que no pude evitar mirarle sorprendido por el tamaño, con los ojos abiertos, agarrando la forma de su pollón por encima de la tela de la ropa interior, masturbándolo, mordiéndome el labio mientras le miraba con mi mejor cara de puta en celo. Al poco mi lengua comenzó a recorrer aquella puta anaconda en todas las direcciones, empapando la tela de la ropa interior también antes de que mi boca atrapase todo lo que podía de aquella masa de carne envuelta en tela, tratando de atraparla toda pero imposible, al menos mientras no le bajara la ropa interior. Me agarraba a sus piernas para no perder el equilibrio, mientras mi boca succionaba con fuerza la tela que atrapaba el trabuco grueso de mi jefe. Deleitándome con aquel olor y el sabor de la tela sudada, podía imaginarme comiéndosela incluso en lo alto de la barra a la vista de todos.